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"Llorar no cuesta" y "La trampa", dos novelas cubanas

Sinopsis: " Llorar no cuesta " es una novela cubana que narra con crudeza la historia de un hombre y de dos mujeres que obligados por las circunstancias se despojan de la piel para asirse a lo imposible. Sexo, sincretismo, prostitución, violencia, desesperanza en la Cuba de los primeros años de la década del 90 tras la caída del Socialismo en Europa y durante la antesala de la Crisis de los balseros de 1994, cuando miles de cubanos se lanzaron al mar para escapar de la asfixiante situación en la que estaban atrapados. La historia transcurre en Cuba, en el pueblo de Candelaria, aunque pudo desarrollarse en cualquier otro municipio cubano. Es un texto desgarrador que recrea una triste y compleja realidad histórica. La corrupción, la ilegalidad en la que vive el cubano, la doble moral, el sufrimiento y la marginalidad constituyen el hilo conductor de esta obra que al decir de la autora es “una novela agria escrita en tonos grises”. Sobre "Llorar

La ignorancia esclaviza



La libertad se conquista al filo del machete, dijo el lugarteniente general Antonio Maceo y Grajales un cubano que peleó contra el dominio español en el siglo XIX.

La fecha es lejana en el tiempo y las condiciones en las que se pronuncia esta frase también parecieran haberse esfumado dado que vivimos el siglo XXI. Sin embargo, el comportamiento humano, el defender o pelear por aquello que se considera un derecho, continua vigente y no da señales de que vaya a cambiar. Es una cualidad del ser humano estar en constante búsqueda o bien del cambio o negando o apoyando una situación cualquiera.

Para Sócrates, filosofo griego de la antigüedad y según dice un artículo consultado en la red de redes en el epígrafe titulado: “El intelectualismo moral socrático”; el conocimiento es condición de la libertad y la ignorancia por el contrario esclaviza.

¿Pero a qué viene todo esto? ¿Por qué preocuparnos por un concepto que debería estar muy claro a estas alturas de la historia de la Humanidad?

Siguiendo a Sócrates y al citado epígrafe:  Un individuo sin conocimiento de sí y del mundo en el que vive es como un barco a la deriva: no va donde quiere, sino donde es llevado por los vientos y las mareas; y, por lo tanto, no es libre. Para Sócrates, se trataría de un ser humano que no se comporta como tal, como le corresponde a un ser humano hacerlo, sino cómo se comportan los seres irracionales.
Y es esa irracionalidad la que llama la atención de no pocos, en momentos en que los seres humanos están siendo atacados por un coronavirus capaz de llevar a muchos a una condición de salud crítica y en el peor de los casos a la muerte.

Un virus que ha puesto al mundo de cabeza.

Por una parte, la mayoría de los gobiernos retasó sus respuestas mientras que  muchos ciudadanos desoyeron las alertas sobre la necesidad de mantenerse en casa, de no salir y así no contribuir a la propagación del nuevo germen. Se cerraron fronteras, se cerraron negocios, se crearon paquetes de ayudas. Y confiamos nuestra salud y cuidado al personal médico, aun cuando parte de esa fuerza pudiese quedar expuesta y morir como ya ha ocurrido.

Las situaciones planteadas por covid-19 han sido complejas. El mundo en su articulación actual ha sido ineficaz en el manejo de la crisis y suena a caos, un caos del que se derivan muertes, decisiones sumarísimas sobre quién debe morir y quién no ante la falta de recursos esenciales como un respirador y ante la terrible realidad de que a pesar de los esfuerzos desde el inicio de la pandemia no se ha contado con una vacuna que pueda poner freno al mal y ni siquiera se tiene un tratamiento eficiente.

El colapso de hospitales, de los servicios fúnebres, de las economías de la mayoría de los países donde el virus coquetea con quedarse y el hacer del covid 19 una batalla partidista, política a nivel doméstico e internacional es un escenario real, difícil de superar y de entender.

Quizás por ello muchos, en desconocimiento, aboguen por la apertura de estados y economías, amén del riesgo que ello signifique. Hay una falsa ilusión de lo que es la libertad o al menos esa es la imagen que proyectan los que enardecidos defienden o lideran la pelea porque las economías sean abiertas antes de tiempo. Es cierto, que el cierre provoca incertidumbre, bancarrota, hambre, pero apretarse el cinturón podría ser una manera digna de ser libres porque con ello habría menos muertes.

La ignorancia esclaviza y yo acotaría nos hace tomar decisiones desacertadas que podrían ir en contra no solo del bien propio sino de todos.



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